Claudio Agostini

¿Qué hacer y no hacer con el impuesto a los combustibles?

Por: Claudio Agostini | Publicado: Lunes 11 de marzo de 2013 a las 05:00 hrs.
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Nuevamente ante las alzas en el precio del petróleo que hacen subir el precio de los combustibles surgen voces pidiendo que opere el SIPCO para amortiguar el alza y que además se elimine el impuesto específico a los combustibles. Como de costumbre, además los camioneros amenazaron con movilizaciones.

Lo primero que es importante reiterar, porque ya se ha dicho muchas veces, es que el impuesto a los combustibles es un buen impuesto, que corrige distorsiones y es óptimo tenerlo aunque no se necesite la recaudación. El uso de gasolina y diesel genera contaminación y además su uso en automóviles y camiones genera congestión y accidentes de tránsito. Esos efectos negativos se reducen significativamente si colocamos el impuesto correcto. Cuando se hacen esos cálculos para Chile, el resultado es que el impuesto al diesel debiera subir del actual 1,5 UTM por metro cúbico a 7 UTM y el de las gasolinas de 6 UTM por metro cúbico a 6,5 UTM.

Por supuesto que subir el diesel no es una medida popular y los camioneros son los primeros en reclamar, por eso es importante clarificar algunas cosas. A los camiones se les empezó a devolver 25% de lo que pagaban en impuesto al diesel en 2001 y luego en 2009 se implementó un mecanismo de devolución que llega hasta 80%. En pocas palabras, los camioneros pagan $ 60 por litro en vez de 
$ 280 que es lo que les correspondería pagar por los costos que le causan a la sociedad y además les devuelven hasta $ 48 de los 
$ 60 que pagan.

¿Es razón esa para protestar? Creo que no. Los que debieran protestar son todos los niños que se ven afectados por la contaminación y pasan temporadas en el hospital cada invierno, también debieran protestar todos los heridos y muertos en accidentes de tránsito y todos quiénes sufren tiempo extra de viaje producto de la congestión. Lamentablemente, los niños y las víctimas de accidentes no se toman las carreteras y por eso seguimos con un impuesto al diesel tan bajo y que además se devuelve.

Lo segundo que es importante repetir es que, le guste o no a los parlamentarios, el impuesto a las gasolinas lo paga fundamentalmente el quintil más rico de Chile. El 70% de los hogares en Chile no tiene auto y 80% de la recaudación del impuesto a las gasolinas proviene del 20% de más altos ingresos, por lo que es un impuesto progresivo que no golpea mayormente a los pobres o la clase media.

Otra información relevante de tener en cuenta es que, contrario a los que muchos creen, los impuestos a los combustibles en Chile son relativamente bajos. En la OECD el impuesto promedio a las gasolinas es $ 360, un 56% más alto que en Chile, y el impuesto promedio al diesel es $ 320, un 530% más alto que en Chile y además no se devuelve.

Lo correcto entonces es subir el impuesto al diesel, al menos a los mismos 6 UTM de las gasolinas y además dejar de devolverlo tanto a los camiones como las industrias. Los insumos productivos como el diesel tienen que tener el precio correcto, el cual incluye las externalidades que generan, por eso el precio del diesel para las industrias debe incluir un impuesto efectivo, sin que se les devuelva 100% como ahora. Estos cambios generarían una recaudación adicional de 
US$ 1.700 millones, los cuales pueden compensarse bajando el IVA o usarse para financiar un transporte público de calidad.

Finalmente, respecto al SIPCO es importante explicitar que es un mecanismo de estabilización y no de subsidio permanente. La idea es que los precios fluctúen menos que lo que fluctúa el precio del petróleo y no que los precios estén siempre artificialmente más bajos. En ese sentido el SIPCO funciona y el problema es la discrecionalidad que, aunque transparente, tiene el Ministerio de Hacienda para cambiar los parámetros de su funcionamiento. Lo sorprendente es ver ahora a parlamentarios reclamando por la discrecionalidad del Ministerio de Hacienda. ¿Acaso no leyeron el proyecto cuando lo votaron? Preferiría escuchar un poco más de autocrítica de quienes legislaron y aprobaron un mecanismo discrecional.

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